jueves, 10 de noviembre de 2016

Contra lo políticamente incorrecto


Desde hace algún tiempo sufrimos un cambio de paradigma. Antes llamábamos hipócrita a aquel que defendía ideas que parecían honradas pero que escondían un fin perverso o al menos interesado. Pero hemos pasado a una situación en la que cualquier defensa de la igualdad, la solidaridad o la dignidad de los más desfavorecidos es automáticamente criticada. La palabra hipócrita ya no nos vale, nos hemos inventado un nuevo concepto, el "buenismo", en el que por el mero hecho de defender valores virtuosos se es acusado de ser "políticamente correcto". Es curioso que la palabra "correcto" haya pasado a tener una connotación negativa. Ya no es necesario que se descubra algún interés oculto por defender una causa justa, el mero hecho de pronunciar esas palabras te hace caer en el oscuro saco de los buenistas.

Lo siento, pero me niego. Me niego en rotundo a aceptar que ya no podemos defender un mundo más justo simplemente porque nos ilusionaría vivir en él. Me niego a que nuestras aspiraciones materiales sean las únicas que gozan de credibilidad ("no hay sueños baratos", reza un conocido anuncio publicitario). Si defiendes la igualdad de género o la protección de nuestro entorno natural parece que no eres más que un ingenuo o alguien que en el fondo no dice lo que piensa, porque quién no puede desear forrarse a toda costa.

La sociedad actual ha simplificado nuestros deseos para vendernos al dios de la comodidad, el prestigio o el entretenimiento superfluo. El verdadero problema es que al matar lo políticamente correcto, no nos queda otra que aguantar a su antagonista. Bienvenido Mr.Trump.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Guerra de banderas



Cuenta un dicho popular que las personas que más se parecen a nosotros son las que tienen mayor capacidad para sacarnos de nuestras casillas. Eso pensé cuando vi a dos concejales del Ayuntamiento de Barcelona, uno del PP y otro de ERC, pelearse por colocar su propia bandera en el balcón del consistorio. Ambos se parecen más de lo que quisieran admitir. En primer lugar porque conceden una importancia desmedia a los símbolos, no hay más que ver el empecinamiento por mostrar la bandera que les representa y superponerla sobre la del rival político-ideológico. Ambos creen creer en cosas distintas, pero solo son distintos los símbolos que las representan. Para estos dos políticos, existe un trozo de tierra que les pertenece y no quieren que "otros" decidan sobre aquello que consideran suyo. Cada uno ha elegido un pedazo de tierra distinto y cree que es el otro el obstáculo para que su apropiación sea completa.

Puede que el hombre sea el único ser racional sobre el planeta, recuerdo que en los libros de texto del instituto aparecía en la cima de no sé qué pirámides, pero a veces somos muy estúpidos. Se imaginan una gacela Thompson brincando por la sabana y sin cruzar la línea recta que separa Kenia de Tanzania, ¿alguien cree que ahí hay línea alguna?  La gacela sabe que no es así, y campa a sus anchas buscando pastos frescos y procurando que ningún depredador la pille desprevenida. No pensará si sus ancestros proceden del norte del Masai Mara, perteneciente a Kenia, o si por el contrario vienen del Serengueti en Tanzania. La gacela no entiende de fronteras ni territorios. No quiere apropiarse de ellos, tan solo campa a sus anchas, o al menos así lo hará hasta que los hombres, tan cuadriculados, instalemos alguna valla para delimitar territorios en base a criterios arbitrarios: raza, lengua, religión, color de piel, ideología política, origen, clase social, etc.

Las fronteras son un artificio mental y sólo tienen sentido porque todos creemos que están ahí, no existen salvo en nuestras mentes. Es como el dinero, que sólo tiene valor más allá del papel porque todos lo asumimos . No es que yo crea que las naciones deben desaparecer (o el dinero). Creo que es una forma de organizarnos fruto de la evolución histórica del ser humano y que en la mayoría de los casos (si se dan ciertas condiciones) da buenos resultados. Pero sí creo que nuestra concepción inflexible de fronteras, naciones y nacionalismos debe cambiar, y quizás nos evitaríamos esperpentos como la guerra de banderas a la que me refiero, o lo que es peror, conflictos violentos de efectos nefastos. No tiene ningún mérito ser español, catalán, griego o filipino. El hecho de haber nacido en el lugar en que lo hicimos, y que ese lugar pertenezca a una nación u otra no es más que una mera casualidad. Nuestro ADN lleva genes milenarios, que no solo pertenece a una gran diversidad de culturas y razas que han poblado el mundo entero, sino incluso de especies. Hace millones de años, nuestros ancestros no eran humanos, ¿de verdad tiene alguna importancia que los primates de los que descendemos viviesen en lo que hoy conocemos como España, Cataluña, Grecia o Puerto Rico?

Pero entonces alguien me dirá que si nos organizamos en naciones y asumimos que es una buena manera de organizarse (al menos por ahora), ¿quién tiene derecho a delimitar esas naciones y establecer sus límites? Es una buena pregunta. Y no hay respuesta. Yo no la tengo, y no conozco a nadie que la tenga (alguien razonable, claro), porque NO existen criterios objetivos para definir qué es o qué debe ser una nación. No los hay. Cualquier lista de condiciones o criterios para ser nación que elaboremos dejará fuera a naciones que existen e incluirá a naciones que ni son naciones ni quieren serlo (esto lo dice nada menos que Eric Hobswam) . Las fronteras de cada nación son arbitrarias, fruto de guerras, matrimonios amañados y un sinfin de casuísticas, y sólo las respetamos por la existencia de un acuerdo colectivo o por la costumbra de verlas allí después de muchos años.

Pero es cierto que las fronteras no son límites inamovibles y si hay un acuerdo suficientemente amplio para cambiarlas, ¿por qué no hacerlo?. Lo que ocurre es no es fácil definir qué es un acuerdo suficiente. Tampoco está claro quiénes son los sujetos con legitimidad para decidir sobre esta cuestión. Y de nuevo, en este tema no hay criterios objetivos para decidir quiénes deben ser tales sujetos. Para algunos catalanes es el pueblo catalán (¿sí, pero cuántos?), para otros catalanes y muchos españoles lo serán el conjunto de ciudadanos españoles (¿sí, pero a cualquier precio?). Unos y otros se pelean por decidir sobre aquello que creen les pertenece. Todos fracasan porque piensan en la nación como propiedad legítima. Sin acuerdo no hay nación, ninguna. Los errores del pasado han generado naciones frágiles en las que muchos ciudadanos se han sentido excluidos. No los repitamos por defender unos colores frente a otros, por empeñarnos en que sea nuestra bandera la que ondee por encima de la de los demás. Quizás todo sería más fácil si las fronteras fueran sólo una mera línea adminstrativa que no nos define, ni limita, ni cuestiona. Una delgada línea imperceptible que no distinguiera a las personas por su color, religión y sobre todo por su poder económico. Yo no creo en las banderas, y en el fondo puede que tampoco crea en las naciones.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Un hombre reza en el suelo


Aquel hombre estaba tirado en el suelo, boca abajo, con los brazos abiertos en forma de U y las palmas de las manos apoyadas en la acera. Su frente golpeaba el suelo de forma repetida y pronunciaba una especie de plegaria a modo de rezo con una voz casi inaudible. Dos agentes de policía aperecieron a los pocos minutos. Le preguntaron qué le sucedía pero no contestó. Por sus rasgos y vestimenta parecía proceder de algún país del norte de África. La curiosidad hizo que un grupo numeroso de personas se agrupara a su alrededor. Una señora preguntó al policía que qué era lo que pasaba. Y cuando el policía trataba de encontrar una explicación, un hombre con barba se acercó para pedir que dejaran en paz al hombre que rezaba, que no hacía mal a nadie. Se formó un corrillo alrededor, unos apoyaban la libertad del hombre que rezaba para hacer lo que le viniera en gana mientras que otros pensaban que el hombre tenía un comportamiento muy extraño y podía encerrar algún peligro.
Mira que si hay un grupo terrorista en el barrio y nos ponen una bomba dijo una señora.
Y no cree usted que estarían escondidos para que nadie los descubriera respondió un joven.
Y si esta mujer tiene razón. Mis hijos van a la escuela de aquí al lado añadió otro hombre.
Los murmullos se hicieron cada vez más sonoros.
Pero es que ustedes no van a hacer nada le dijo la primera mujer al policía más veterano.
Un grupo numeroso apoyó la moción. Los policías se acercaron al árabe que seguía sin contestar. Entrégueme su documentación o le llevaremos a comisaría le dijo el más joven de los dos. El hombre continuó rezando impasible ante lo que sucedía a su alrededor.
Nos vemos obligados a detenerle añadió el policía veterano.
Lo sujetaron por detrás para ponerle las esposas. No se resistió, pero elevó el volumen de su plegaria como si tuviera algo importante que comunicar al más allá y tan solo contara con unos últimos segundos. El murmullo de la gente de alrededor se transformó en un griterío. El grupo que defendía al hombre que rezaba empezó a increpar a los policías, y el otro grupo salió en su defensa. Ambos grupos se enfrentaron en una acalorada discusión. El policía joven no conseguía ponerles las esposas al hombre que ahora rezaba más y más alto, prácticamente gritando. En un momento el policía perdió el control de sí mismo y comenzó a golpearle con la porra demandando que estuviera quieto. El hombre de barba que lideraba el grupo de los disidentes se lanzó hacia el policía joven y lo sujetó por el cuello derribándolo. Cuando el otro policía sacó su porra para ayudar a su compañero ya nada podía parar la batalla campal que acababa de comenzar. Jóvenes, viejos, mujeres, adolescentes e incluso algún niño se gritaban y golpeaban reprochando al otro su mal hacer. Mientras tanto, el hombre había vuelto al mismo pequeño espacio de suelo en que lo encontraron y continuaba rezando ajeno al tumulto que se había formado.  Llegaron los refuerzos policiales y el asunto se saldó con tres detenidos. El hombre de barba, el supuesto árabe y un joven de cuerpo robusto que se había metido en la pelea para defender a su madre.

martes, 4 de febrero de 2014

Leopoldo II rey soberano



En el año 2008, ante la sorpresa de muchos, un aparente desalmado pintó de rojo la estatua del rey Leopoldo II de Bélgica en una acción que parecía un acto de vandalismo. Pero lo cierto es que ni el perpetror era un desalmado, ni podría considerarse un acto de vandalismo. Se trataba por el contrario del artista Théophile de Giraud que trataba de denunciar que la estatua de uno de los mayores genocidas de la historia aún se erigía eniesta en su propio país. A finales del siglo XIX, Leopoldo II fue el primer gobernante en lanzar la carrera colonial en África. Contrató los servicios del célebre explorador Henry Morton Stanley que se lanzó al corazón de África para llegar a "acuerdos comerciales" con las tribus de lo que hoy es la República Democrática del Congo. No iba solo, le acompañaba un ejército bien armado que se encargaba de "convencer" a los que planteaban reticencias. El resto de países europeos miraban con recelo al monarca belga, pero finalmente también ellos se apresuraron a la conquista de África temiendo llegar demasiado tarde y quedarse sin su plato en este macabro convite. Pero la conquista de África no fue un plato fácil, los pueblos que iban a ser "salvados de la barbarie" se resistieron y la idea de llevar la prospéridad y el progreso se tiñó de sangre. Además, alguien debió pensar que aquello de ir cada uno por su lado conquistando un continente tan amplio era un poco anárquico, de manera que se convocó la Conferencia de Berlín para poner orden en aquel desaguisado. Fue en aquella reunión donde se dibujaron las fronteras de África que en su mayoría se mantienen a día de hoy. Fue allí donde las potencias europeas se repartieron el pastel de un continente aún desconocido que hizo saltar la codicia de los ya poderosos países occidentales. Como no asistió ni un solo representante africano para asesorar a los Europeos en su delicada tarea de delimitar fronteras, fue inevitable que enemigos irreconciliables fuesen condenados a entenderse bajo las mismas fronteras y que naciones centenarias se vieran abocadas a una secesión forzosa. Y así Europa continuó con una conquista más "ordenada".

Leopoldo II quedó más que satisfecho con el resultado de la conferencia, se quedaba con un buen pedazo de África, mucho más extenso que el país sobre el que reinaba. Lo llamaría Estado Libre del Congo. Las posibilidades para la exportación eran inmejorables. Leopoldo II se proclamó rey soberano y convirtió el Congo en su propiedad privada adueñándose de los beneficios que se obtenían. Por aquel entonces el Congo era un país tremendamente rico en recursos minerales y sobre todo en un material que era esencial en el desarrollo industrial de occidente, el caucho. Leopoldo envió a dos empresas explotadoras en las cuales tenía participación. Estas empresas llevaron a cabo un saqueo sistemático e instauraron un sistema de explotación basado en la exclavitud de la población local. Su manera de proceder consitía en establecer un sistema de cupos, es decir, obligaban a la población local a obtener una determinada cantidad de caucho, y si no se alcanzaba se establecían cruentas represalias como la amputación de extremidades o los latigazos con un látigo especial llamdo chicotte. También era frecuente secuestrar a miembros de la familia que se mantenían en esa situación si no se alcanzaban los cupos de caucho.

El rey Leopoldo II ha pasado sigilosamente por la historia aunque sus crímenes hayan sido tan crueles y numerosos como los de Hitler o Stalin, es más, Leopoldo II destacó entre todos esos desalmados por una crueldad gélida y programada. Se estima que 10 millones de congoleños murieron durante la época en que se declaró rey soberano del Congo. Pero existen también algunas diferencias, los crímenes del rey belga no fueron una locura absurda por alcanzar el estatus imperial que su país "merecía". A Leopoldo le movían intereses más prosaicos, su único anhelo era enriquecerse a cualquier precio aunque eso implicase el saqueo y la exterminación de un pueblo.

 Los crímenes de Leopoldo II quedaron impunes y olvidados, mientras tanto el pueblo congoleño quedó sumido en la opresión y la violencia que explica muchas de las miserias a las que hoy se enfrentan. Si alguien se pregunta cuál es la influencia que tiene el periodo colonial en la historia de África, y cuál es la responsabilidad de Europa en el presente, le aconsejo que lea sobre la historia de la República Democrática del Congo. Es un ejemplo especialmente cruento, pero no es el único. Por eso la cooperación al desarrollo es una obligación moral, una deuda que Europa tiene con los países en vías de desarrollo, además por supuesto, de una cuestión de justicia.

Lecturas adicionales:

http://en.wikipedia.org/wiki/King_Leopold%27s_Soliloquy

http://www.gloupgloup.be/gloup.php?page=actu&id=255

http://dearkitty1.wordpress.com/2011/12/12/bloody-statue-of-colonialist-belgian-king-leopold-ii/

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php/2012/11/27/la-fatiga-de-ser-un-ciudadano-indefenso-

martes, 3 de septiembre de 2013

Dudas existenciales


 Dice Murakami en su novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo que los principios y las teorías son para aquellos que no saben mirar el mundo con los ojos abiertos. Debe ser por ello que cuando su protagonista se abre a una nueva perspectiva todo cuanto le acontece le parece absurdo, incapaz de ser comprendido por medio de la razón. En esa línea de escepticismo cortaziano que me persigue, muchas reflexiones se sueceden. ¿Qué significa comprender realmente? ¿Hasta donde el intelecto y la razón nos alejan de mirar el mundo con los ojos abiertos? ¿Nuestros esquemas de la realidad nos condicionan tanto como para que lo que percibimos se acondicione a esquemas predeterminados por nuestros principios y nos impidan ver más allá? Algunos dirán que toda información es subjetiva y es cierto, sin sujeto no hay comprensión, debe ser como subirse a una montaña para tener una perspectiva de la ciudad entera, si no te subes a la montaña apenas verás nada, pero si solo miras desde ese lugar tu visión es sesgada e incompleta.

En un mundo incomprensible como el que describe Murakami, uno debe moverse en él atendiendo a nuevas reglas, aprendiéndolas en cada momento, adaptándonos continuamente a los hechos. ¿Y si hubiéramos perdido esa capacidad al considerar como certidumbre aquello que no es más que una ilusión, una percepción subjetiva e incompleta, o incluso distorsionada y confusa? ¿Y si nos estamos empeñando en vivir tal y como hemos aprendido pero nos hemos olvidado de aprender cada día a interpretar las señales de la vida? ¿Y si nos han engañado al convencernos de que este lugar desde el que miramos la realidad es el que tiene una vista más amplia?

jueves, 30 de mayo de 2013

Neutrinos



¿Cómo no iban a existir los neutrinos? Corríamos a través del tiempo, sin saber si la historia habría de desmentir nuestro camino y quitarnos el protagonismo que la incertidumbre racional, tan sobrevalorada en nuestro tiempo, nos dejó en los artículos científicos. Si es que somos pura inexistencia, y cómo vamos a demostrar nada nosotros que apenas somos el reflejo de un espectro. Elementos materiales en plena esfervescencia vibracional llegan y abandonan nuestro límite corporal con ceremoniosa presteza. ¿Dónde acaba el mar, dónde empieza mi beso? ¿Acaso puedo saber quién soy si tú no me miras? Debe ser por eso que esta mañana me levanté con un ánimo extraño, con la sensación de comprender algo a pesar de que mi mente estaba completamente vacía de pensamientos. ¿Intentaría alguien demostrar si existo verdaderamente? Te vi junto a mi cama como un ser extraño, hermoso pero extraño. Así era también mi rostro en el espejo. Cada mañana me había mirado concienzudamente en el espejo, me había fijado en las marcas del tiempo, me concentraba en mis ojos y me preguntaba ¿qué haces ahí? Pero hoy el espejo me miraba con una sonrisa burlona y me decía: No estás aquí, no estás en ninguna parte. Había perdido la costumbre de pararme a observar. Todos los planos confluyeron en uno solo, me di la vuelta y ahí estabas dormida, desnuda, con una sonrisa en tus labios. Y así me fui desvaneciendo poco a poco mientras leía las últimas noticias.

lunes, 13 de mayo de 2013

Rebelle



Rebelle es una película sobrecogedora que cuenta la historia de dos niños soldado que tratan de sobrevivir en la República Democrática del Congo. A pesar de su crudeza cualquiera que conozca la realidad de esta región se da cuenta de que sólo se ha esbozado el drama que viven estos niños, se modulan las escenas de violencia y se dosifica la información que se muestra. Me imagino que la intención es la de transmitir una realidad que no llegue a resultarnos demasiado insoportable y de esta manera poder llegar a más gente y crear conciencia sobre un tema tan clamoroso del que todos somos en parte responsables. Es curioso que necesitemos que nos dulcifiquen la información para llegar a enterarnos de aquello que resulta tan incómodo, pero quizás sea la única manera de que la historia del antiguo Congo belga se difunda ampliamente. A mí me parece una opción legítima, y os animo a que veáis esta película, pero debéis saber que lo que se cuenta es una pequeña parte de una historia llena de crueldades despiadadas que hacen dudar del género humano. A pesar de ello, creo que se trata de una buena película donde se narra una historia realista y llena de matices, no se encierra en tópicos que caricaturizan la realidad del continente sino que nos revela multitud de destellos de la realidad africana. También es una bella historia de amor y amistad donde la mera supervivencia es una cuestión heroica. En definitiva, una historia muy africana.